Si pudiera cambiar algo de mi pasado, borraría las decisiones que me llevaron al borde de la incertidumbre. No cambiaría los tropiezos, porque en cada caída descubrí una versión más fuerte de mí. Pero sí borraría los silencios en los que no dejé que mi voz de poeta floreciera. Esos momentos de duda en los que me aparté de mi esencia, cuando no tuve el valor de dejar un verso suelto en el viento. Porque la verdadera poesía no se escribe para ser entendida, sino para ser vivida.
«El peor error que puedes cometer es callar lo que eres» — Frida Kahlo.
Recuerdo una vez, en un evento público, cuando me pidieron recitar un poema. Tenía uno que me quemaba en las manos, un poema que vibraba con mi alma. Cada palabra era un reflejo de lo que soy, pero el miedo se me coló por las grietas. Temí que no me comprendieran, que no sintieran lo que yo sentía. Y en lugar de entregarme por completo, escogí un poema seguro, uno que sabía que agradaría al público. Aplausos llegaron al final, pero el eco que resonó dentro de mí fue de vacío. Esa noche entendí que no hay aplauso que llené el vacío de no ser auténtico.
«Ser uno mismo en un mundo que constantemente intenta que seas otra cosa es el mayor logro», decía Ralph Waldo Emerson. Y es cierto. Hoy escribo y vivo con el alma desnuda, sin miedo a lo que mis versos puedan revelar. He aprendido que, aunque a veces no todos comprendan la esencia de un poema, en esa incomprensión está su magia. Porque cada palabra sincera lleva la huella de quien la escribió, y esa huella es irreemplazable.
«Vive como si fueras a morir mañana. Aprende como si fueras a vivir para siempre» — Mahatma Gandhi.
Me pregunto cuántos versos se habrán perdido en esos momentos en que callé. Versos que quizá nunca vuelvan, prosas que pudieron haber sido la chispa de una nueva historia. Pero ya no me permito guardar palabras por miedo. Cada vez que suelto un verso, siento que me reencuentro un poco más conmigo mismo. La vida, como la poesía, solo tiene sentido cuando la vivimos sin temor al propio ser, sin miedo al propio verso.
«Lo que no se dice también es poesía», decía Alejandra Pizarnik, y cuánta razón tenía. Las palabras que no dejamos salir también se convierten en parte de nuestra historia, en fantasmas que nos persiguen hasta que decidimos liberarlos en forma de versos.
Y al final, soltarse el pelo es eso: dejar ir lo que pesa, hablar sin reservas, y atreverse a existir con toda la intensidad que llevamos dentro.
“Vivir con el pelo suelto es un acto de amor propio: es ser fiel a tu esencia, sin miedo a las miradas, los juicios o los aplausos.”
Nitza Valentín
1 comentario en “Si Pudiera Cambiar Algo de Mi Pasado”
Precioso…